En la vida estamos tomando constantemente decisiones sin parar y nunca sabes a ciencia cierta cuáles de ellas acabarán siendo realmente determinantes en tu futuro o llegarán a dejar una marca lo suficientemente grande para que se vuelvan inolvidables. En mi caso recuerdo el mes de agosto de 2006 como si hubiera sido ayer. La época en la que me animé a darle una oportunidad a 'World of Warcraft'.
Por aquel entonces mi hermano ya llevaba meses intentando convencerme de que probara el MMORPG de Blizzard, pero no me llamaba la atención. Lo veía como un juego que no me iba a enganchar en absoluto. Así pues, con el reciente lanzamiento de 'World of Warcraft Classic', he vuelto a recordar aquel momento y pensar una vez más en lo equivocado que estaba, la razón que tenía mi hermano y cómo sigo celebrando haberle hecho caso, además de darle las gracias por haberme insistido tanto.
Por aquella época al único título de PC que jugaba era 'Diablo II' y poco más, porque la segunda parte de la aclamada saga de Blizzard ya me tenía lo suficiente enganchado y no me veía con ganas de sumarme a otro RPG online, menos aún a uno con cuotas mensuales. En cualquier caso, al final acabé pasando por el aro y desde entonces el popular MMORPG se ha convertido en el videojuego al que más horas le he dedicado en toda mi vida.
Desde 2006 he perdido la cuenta de la cantidad de horas que he podido jugar y me da miedo comprobar el dato examinando a mis personajes uno por uno. Lo que no cabe duda es que han sido 13 años que me han dejado con experiencias de todo tipo y que ahora, con la llegada de 'World of Warcraft Classic', me he sentido como si volviera a tener 20 años y estuviera descubriendo de nuevo por primera vez cómo es el descomunal mundo de Azeroth.
Lo primero es lo primero y hay que partir de la base de que a la hora de jugar a esta versión clásica he querido revivirla tratando de seguir los mismos pasos que hace más de una década. Es por ello que me he creado un pícaro Elfo de la Noche para comenzar mi andadura por Darnassus, la zona inicial de esta raza de la Alianza y que en la actualidad ha sido arrasada por completo, con todos sus árboles carbonizados, tras haberla invadido Sylvanas al principio de Battle for Azeroth.
No estoy seguro de si la memoria me estaba jugando una mala pasada o no, pero lo cierto es que a los pocos minutos de comenzar a jugar me quede impactado con las dimensiones tan descomunales de todo lo que tenía a mi alrededor. Y no hablo solo de los árboles que tienen una altura casi tan grande como la de un rascacielos, si no por lo lejos que estaban unas cosas de las otras y por consiguiente las pateadas que me he tenido que pegar para ir de un lado a otro, porque otra cosa no, pero mi personaje debe tener unas piernas de acero después de tanto andar.
Una vez consigues la primera montura olvidas por completo toda esta sensación de tener que ir andando a todas partes. No existen atajos. Solo hay que dejar a tu personaje que camine y esperar pacientemente a que llegue a su destino mientras vas controlando la dirección y esquivando o atacando a los enemigos que vayan surgiendo por el camino y, si bien ahora se tarda muy poco con las monturas terrestres y voladoras o con tanto punto de vuelo, en aquel momento, al menos durante los primeros 40 niveles, teníamos que tirar de paciencia para llegar a todas partes.
Esta sensación es un poco la cara y la cruz. Por un lado, es algo que he de agradecer porque te hace disfrutar mucho más de todo lo que tienes alrededor. Aquí sí te paras a examinar todos los detalles del escenario y sobre todo apreciar el trabajo realizado por Blizzard a la hora de crear un mundo que no parece tener fin por el tamaño que tiene. Te puede llevar una enorme cantidad de horas completar una única zona en comparación de lo que ocurre a día de hoy que subir de nivel es coser y cantar.
Por el contrario, también resulta un tanto desesperante por tener que ir siempre tan lejos para llevar a cabo cualquier objetivo y cómo el juego te obliga a estar yendo y viniendo a los mismos lugares en alguna que otra misión. Sin ir más lejos, recuerdo una que tenía que recoger un objeto para luego entregarlo y luego pedirme que volviera al mismo lugar para obtener otra cosa. Por supuesto lo lógico habría sido que me dieran las dos misiones a la vez, pero no, es mejor tener que andar y andar sin parar. Por mucho que agradezca volver a las raíces en este sentido, he de decir que, cuando ya llevas demasiadas horas jugadas, lo de tener que andar tanto no es algo que echas de menos.
A lo bueno siempre se acostumbra uno muy rápido. Eso es lo primero que se me pasó por la cabeza en cuanto comencé a recibir las primeras misiones, porque Blizzard no ha parado de introducir cambios en la jugabilidad de World of Warcraft. Es más, no eres consciente de cómo se ha ido simplificando todo con el paso de los años hasta que vuelves atrás, a cómo era todo al principio, y descubres que ciertos cambios que se han producido tal vez hayan provocado que la dificultad se haya visto reducida, pero también eran realmente necesarios.
Por ejemplo, si me pongo a jugar a Battle for Azeroth y me dan una misión, automáticamente el objetivo me aparece en un listado en la parte derecha de la pantalla y sobre todo puedo saber qué enemigos son los que tengo que eliminar con tan solo pasar el ratón por encima de ellos. Por el contrario, antiguamente había que pulsar en las misiones para tener siempre a la vista qué había que hacer y en ningún momento te indicaba el enemigo en cuestión a por el que debías ir al pulsar en ellos.
Por supuesto con leer el texto de las misiones esto se soluciona fácilmente, pero hay que reconocer que no todo el mundo está dispuesto a algo así, lo que no deja de ser una lástima porque la historia de World of Warcraft es una auténtica maravilla. Siempre merece la pena dedicar unos segundos de nuestro tiempo a leer detenidamente todo lo que nos cuentan los personajes para aprender más detalles sobre ellos, las razas, la zona en la que estamos, etc. Así pues, quizás con esta medida más de uno entienda un poco más todo lo relacionado con Azeroth.
Lo que no tiene ninguna solución es que en la versión clásica no es tan fácil saber dónde están las misiones para aceptar y completar. A no ser que nos acerquemos a los personajes y tengamos buena vista para observar si tienen un signo de exclamación en la cabeza, no nos percataremos de ello y quizás más de una se nos pase por alto, ya que no aparecen en ningún momento ni en el mapa ni en el minimapa. De hecho, si nuestro nivel es demasiado alto para ellas, ni siquiera veremos el susodicho signo.
En mi caso no recordaba en absoluto que esto fuera así, ya que desde hace años se aplica justo el caso contrario a todo lo que hemos mencionado. Ya de por sí esto puede suponer un problema para más de uno y más aún a la hora de entregar las misiones, porque actualmente en el mapa aparece dónde está el personaje que nos dará las recompensas por cumplir con las tareas, pero en WoW Classic no. Como mucho, aparte del típico signo de interrogación amarillo, lo único que se indica es con un diminuto punto amarillo en el minimapa el personaje con el que debemos hablar.
Otro de los cambios que más he notado, volviendo a tocar el tema de la dificultad que señalaba anteriormente, es el hecho de que a día de hoy subir de nivel está tiradísimo. Llegar al nivel 60, como mínimo, no se tarda nada y con los objetos y habilidades de los personajes es posible juntar a varios enemigos al mismo tiempo, machacarlos y sobrevivir para contarlo. Eso sí, si te atreves a hacer exactamente esto en 'World of Warcraft Classic', tienes más que garantizada la muerte con la mayoría de clases existentes.
Conseguir objetos buenos es más complicado, los personajes no son ni por asomo tan poderosos y los enemigos quitan la suficiente cantidad de puntos de vida para que nos planteemos el hecho de desplazarnos siempre con precaución para enfrentarnos a ellos de uno en uno o como mucho dos a la vez. Quizás un guerrero o alguien con técnicas curativas aguante más, pero mi pícaro, al ser prácticamente de papel, lo único que puede hacer es firmar su testamento. Dicho sea de paso, los puntos de resurrección en WoW Classic están situados a tomar vientos, así que ya podéis mentalizaros bien de que en este sentido también os tocará andar y andar sin parar hasta regresar al cadáver.
'World of Warcraft Classic' no ha parado de sorprenderme según iba jugando cada vez más y subiendo más de nivel. Con otro de los apartados que más lo he notado ha sido con los talentos y la forma de aprenderlos, algo que no ha parado de sufrir cambios durante los 15 años del MMORPG. Ya llevamos unos cuantos con el formato actual que hace que al ir subiendo de nivel vas aprendiendo automáticamente las nuevas habilidades y cada 15 niveles se nos da la opción de elegir un talento entre tres posibles.
Sin embargo, originalmente no era tan fácil todo esto. Cada clase disponía de su propio instructor al que estabas obligado a visitar cada vez que subías de nivel debido a que las habilidades se compraban y también contaban con sus propios rangos. La mayoría empezaban en el uno y con el tiempo se volvían más poderosas al alcanzar el rango dos y así sucesivamente. Además, obtener dinero para adquirirlas no era nada fácil, casi siempre estábamos pelados de pasta y el precio de las habilidades no se trataba de ninguna tontería.
Como leéis todo esto se ha ido simplificado poco a poco una bestialidad y en parte es comprensible. En la versión clásica solo había que subir 60 niveles a un personaje y a medida que se han ido lanzando expansiones el nivel máximo se ha incrementado hasta el 120, así que sería una locura y una tortura tener que alcanzarlo si se hubiese mantenido la misma dificultad y este tipo de formato con las habilidades, porque por aquel entonces tenías muy pocas a tu disposición. Al menos eso servía para ir familiarizándote con todas rápidamente y que no resultara tan abrumador como ahora que tienes tropecientas, aunque al final se recurra a usar las tres o cuatro de siempre.
Con respecto a los talentos, los de cada clase se dividen en tres ramas diferentes, dependiendo de en la que se quiera especializar cada uno. El sistema que se utiliza en WoW Classic no tiene nada que ver con el actual, ya que a partir del nivel 10 vas recibiendo un punto de talento cada vez que subes un nivel. Todos ellos hay que ir distribuyéndolos entre una buena cantidad de talentos que podemos repartir por cualquier rama, así que ahí dependía de cada uno cuál prefiere potenciar.
Personalmente, al no recordar tampoco que esto funcionaba de esta forma me chocó un poco de primeras encontrarme con tantísimos talentos distintos entre los que elegir, siendo la mayoría pasivos. Además, cualquier error al asignar los puntos de talento se pagaba muy caro, porque para volver a repartirlos había que pagar dinero (del juego) y cada vez te pedían más y más monedas, de ahí que durante los primeros niveles tuviese un poco de temor por si acaso la liaba a elegir uno que no era el más recomendado.
Y por si no eran suficientes todos los cambios, desde el primer momento que te pones a pegar a un enemigo te das cuenta de otra de las características que solo existía en el World of Warcraft original y ahora en esta versión clásica. Se trata del hecho de que las armas disponían de una especie de barra de experiencia que había que ir subiendo con cada nivel nuevo de nuestro personaje. Esto era esencial porque era lo que determinaba el porcentaje de probabilidad al asestar cualquier golpe, de forma que, si todas las armas las mantenías al día no tenías nada de qué preocuparte.
Sin embargo, si alguien se había especializado siempre en espadas y de repente quería probar suerte con hachas, se encontraba con la tesitura de que tenía que derrotar a numerosos enemigos hasta tener las armas a punto para la acción. Lo mismo sucedía con las armas secundarias, porque en la versión clásica todos podían llevar alguna que les permitiera atacar a distancia. Ay los pobres cazadores... qué mal lo pasaban por tener que llevar toneladas de flechas o balas en su inventario para no tener que estar yendo cada dos por tres a las ciudades con tal de no quedarse sin munición con la que poder atacar en el momento más inoportuno.
Esta misma semana nos hemos enterado de que ya ha habido algunas personas que, además de subir al nivel 60 en tiempo récord, han logrado derrotar a jefes finales como Ragnaros u Onyxia. Una hazaña enorme por haber vencido a dos de los adversarios más imponentes de World of Warcraft Classic. En estos encuentros se requiere una enorme cooperación por parte de todos los jugadores, quienes cuentan con la capacidad de formar grupos de 40 personas simultáneamente para estas raids.
Debido a que no era tan sencillo alcanzar esas cifras, el juego no tardó en reducir el número máximo hasta los 10 o 25 jugadores, mientras que las mazmorras siempre han sido para cinco personas. No obstante, estas batallas tan multitudinarias te dejaban más claro que nunca que o bien todos luchaban codo con codo con el resto de sus camaradas y ponían todo de su parte en salir victoriosos o por el contrario los enfrentamientos contra estos jefes finales se volverían una ardua tarea.
No sé si es porque el juego es más difícil, pero en World of Warcraft Classic la mayoría de jugadores con los que me he cruzado siempre han estado dispuestos a echarme un cable con cualquier misión que se me atragantara. Si había algún enemigo de rango élite o demasiado poderoso, tan solo bastaba con solicitar la ayuda de cualquiera que estuviese cerca para formar un equipo para completar satisfactoriamente las misiones. Y es que aquí no hay ningún buscador de grupo que pueda solucionarte estos problemas, así que se premiaba más la conexión y el contacto con otras personas.
Nunca me cansaré de decir que para mí uno de los aspectos de World of Warcraft que más me ha gustado siempre es el hecho de poder jugar con cualquier persona del mundo. Esa conexión tan cercana con otros jugadores se ha perdido actualmente, porque con el buscador formas un grupo, cumples con el objetivo y al cabo de unos segundos se ha disuelto, por lo que "si te he visto, no me acuerdo". Además, tenías que reunirte con ellos en las entradas de las mazmorras porque el juego no te trasladaba automáticamente a su interior.
Esto supone que en la versión clásica tenías que hablar por el chat con otros jugadores y así a la larga acababas haciendo grandes amistades. Durante estos 13 años he conocido a personas inolvidables, algunas con las que sigo manteniendo contacto y que se han convertido en unos maravillosos amigos. Y es que no es para menos, porque desde antes de la expansión Burning Crusade hasta el final de Cataclismo formé parte de la guild Delerium, con la que cada noche dedicábamos unas horas a jugar para derrotar a los jefes finales de las distintas raids.
Al final de tanto jugar con las mismas personas, hablar con ellas a diario y demás, acabas pillándolas mucho cariño. Es más, de ahí han salido parejas y hasta se han formado familias, algo que quizás no os pille de nuevas porque se han visto casos de todo tipo en World of Warcraft en los que las relaciones han traspasado la pantalla del ordenador. Y todo esto viene a que gracias a 'World of Warcraft Classic' me he podido reencontrar con mis viejos amigos, quienes han vuelto a formar Delerium, lo que me ha hecho sentir como si no hubiera pasado el tiempo, porque quizás todos seamos más viejos, pero las ganas de jugar juntos han seguido ahí presentes y esos recuerdos no nos los quita nadie.
Cuando probé la beta de 'World of Warcraft Classic' sentí que el factor nostalgia iba a jugarle una mala pasada a todos los jugadores. En seguida iban a descubrir tantos cambios con respecto al estado actual del juego que me hacía pensar que esta versión no les iba a convencer a la mayoría y por lo tanto no iba a tratarse del éxito que aspiraba a ser. Nada más lejos de la realidad, porque desde el primer día la recepción que ha tenido ha sido apoteósica.
La inmensa mayoría de los servidores llevan días llenos y ya desde el primer día se han formado colas con tiempos de espera que superaban las cuatro o cinco horas en aquellos servidores más superpoblados, mientras que en el resto el tiempo estimado se reducía a un par de horas, que aun así sigue siendo bastante. Hasta más de uno me decía que me cambiara de servidor para no experimentar estos problemas, pero hay ciertas horas del día en las que da igual donde intentes jugar porque la situación es la misma en todas partes. Tan solo tenéis que echarle un ojo a las imágenes que acompañan a estas líneas para comprobarlo.
Una semana después del lanzamiento del juego los tiempos de espera no son tan exagerados, pero siguen estando ahí presentes y desde luego es algo que no echaba de menos en absoluto al jugar a las expansiones actuales. Lo que sí añoraba era recordar cómo era todo cuando comencé a dar mis primeros pasos en este inmenso mundo. Según iban pasando las horas, cumplía las misiones, combatía contra los enemigos y demás, no paraban de aflorar en mi mente infinidad de recuerdos y sensaciones que viví en 2006 y que ahora se han vuelto a repetir.
No importa que 'World of Warcraft Classic' sea difícil, tenga que andar durante horas para llevar a cabo algunos objetivos o me cueste subir de nivel, porque esa es la gracia de cómo era todo antes. Así era el juego que me conquistó y que se ha convertido en uno de mis favoritos de toda la vida, con sus gráficos más feúchos en comparación con los actuales, pero con unas melodías que no han cambiado ni un ápice y que siguen resonando en mi cabeza vaya por donde vaya en los dos continentes disponibles de Azeroth.
Es imposible saber si Blizzard decidirá traer de vuelta esta experiencia clásica con las expansiones más antiguas o hasta dónde ampliará el contenido del juego exactamente. Mientras tanto yo seguiré con mi aventura de alcanzar el nivel 60, independientemente del tiempo que me lleve, porque no hay ninguna prisa. World of Warcraft Classic me ha dejado claro que es una experiencia para disfrutarla con la calma y la mejor forma de descubrir por qué a día de hoy es uno de los mejores MMORPG de la historia.