Un paseo desde el centro de Valencia hasta las playas que hay junto a su puerto es un trayecto plano lleno de verde y barrios rehabilitados, pero también es cruzarse con algunas pegatinas furtivas y pancartas balconeras que claman por una misma causa: una regulación más restrictiva con los apartamentos turísticos de la capital valenciana. Una empresa con la que su ayuntamiento ya se ha puesto manos a la obra.
Esta batalla no se entiende sin la irrupción de Airbnb, quien ha revolucionado el turismo en los últimos años, y también la vida de muchas personas. Como la de Mercedes (imagen superior), quien en 2010 perdió su empleo en una empresa de instalaciones fotovoltaicas y térmicas. Tenía 37 años y una hija que mantener en un país en el que sencillamente no había trabajo para ningún desempleado. Entonces probó Airbnb. "Un experimento", dice.
Mercedes tenía dos pisos heredados de sus abuelos, ambos en "muy mal estado", algo que a su vez provocaba que los inquilinos que acababan en él fuesen también cada vez menos respetuosos con la casa. Ahí decidió arriesgarse, pedir un préstamo, reformar ambas casas con él, y jugar la carta de Airbnb. En estos ocho años se ha profesionalizado y gestiona sus propiedades en forma de empresa.
"Esto no solo me ha permitido salir adelante con mi hija, sino trabajar desde casa, compatibilizar el trabajo con mi vida familiar... Hasta me ha permitido vivir temporalmente en lugares como California gracias a los contactos que he hecho con Airbnb".
Tan bien le ha ido que está en proceso de regularizar algunas viviendas más para adaptarlas como casas rurales en Pedralba, municipio de interior que, según ella, "acoge con los brazos abiertos propuestas así". Tampoco es de extrañar en un pueblo demográficamente envejecido y sin zona industrial que dé empleo a los jóvenes.
Valencia es una ciudad con una relación particular con los apartamentos turísticos. Por un lado, su ayuntamiento encargó un estudio a la consultora Castro Consulting, el cual sirvió para concluir que la ciudad está "al borde de la saturación" pero con cifras porcentuales lejanas a las de ciudades como Barcelona, similares a las de Málaga o Sevilla.
Por otro lado, algunas asociaciones de vecinos y partidos políticos claman contra ellos por, supuestamente, ser los causantes del encarecimiento de los precios del alquiler de larga estancia, así como por "masificar" la ciudad. Adriano, italiano de 40 años afincado en Valencia, lo niega rotundamente: "Hay muchos más factores que explican la subida del precio del alquiler".
Adriano tiene tres propiedades en Airbnb, aunque cuando se va de vacaciones también pone una cuarta en alquiler, su hogar. Empezó en 2015 gestionando un apartamento de su suegra. Lo hizo para tratar de mejorar su economía familiar: llevaba unos años desempleado y un niño de tres años que cuidar.
Los argumentos en favor de apartamentos turísticos se centran en el impacto económico del turismo para una ciudad, y para sus propietarios
Esta solución le permitía lograr unos ingresos y poder estar con su hijo. Un tiempo después, visto el buen ritmo, comenzó a gestionar otro piso comprado como una inversión. Luego llegó un tercero. Ya es la actividad profesional de Adriano. "El sistema de Airbnb es fantástico, los que trabajan mal acaban desapareciendo del sistema. Entre valoraciones y comentarios...", añade.
Fernando, de 48 años, tiene una sola casa en Airbnb, pero ha sido su salvación. "Si no fuese por Airbnb, la casa sería del banco. La compré en el pico de la burbuja y no podría haber hecho frente a esa hipoteca". Nos da algunos números aproximados de lo que ingresa con esa enorme casa, con capacidad para diez huéspedes:
Unos 30.000 euros al año de ingresos. 800 euros mensuales en gastos de limpieza, lavandería y mantenimiento. Unos 200 euros mensuales en gastos de recibos y amortizaciones. 15.000 euros anuales de hipoteca. Entre 2.000 y 5.000 euros anuales de beneficio, contando con el pago de la hipoteca.
A las quejas vecinales responde con dos argumentos: por un lado alega que el turismo, que no está masificado al menos todavía, aporta ingresos a taxistas, restaurantes, bares, supermercados... Por otro, que si realmente fuese un factor para el aumento del precio de los alquileres, no sería un aumento aislado, sino que, según él, sería un crecimiento generalizado de la economía. "En el sur de Francia los precios son mucho mayores que en España, pero los sueldos también".
Laia es una barcelonesa con dos apartamentos turísticos en Airbnb. Uno es su piso de soltera, otro, una casa comprada específicamente para darle este uso. Lleva cinco años con la gestión de ambos como actividad profesional. "Y estoy súper contenta, aunque también cansa", añade.
Los propietarios coinciden en señalar cierto rechazo social a su figura que no aciertan a explicarse
Destaca también la facilidad que le da para conciliar el trabajo con la crianza de sus hijos, pero matiza que por otro lado nunca puede tener unas vacaciones, ya que allá donde va sigue gestionando sus apartamentos desde su móvil o su ordenador. ¿Lo peor que le supone su dedicación? "La sociedad está bastante en contra de esto. Hay una animadversión hacia los propietarios de apartamentos turísticos que no soy capaz de entender", cuenta. "Y yo creo que es algo necesario: tengo hijos y siempre voy a apartamentos turísticos, es mucho más cómodo".
Mercedes tiene una opinión similar: "Nos estamos llevando muchas bofetadas, y yo no me veo reflejada con lo que se dice en la prensa. Parece que hemos caído en una degradación, hasta el turista pasa a ser un ciudadano de segunda. Es un simplismo equivalente al racismo".
Fernando también considera que su colectivo está recibiendo palos injustificados. "Hay una presión enorme, enseguida que hablan de nosotros, de casos como el mío, hay una negatividad... Y en el centro hay carteles y manifestaciones. Aunque cuando se lo explico a mis amigos me dan parte de razón".
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