'Klaus' se ha convertido en una de las películas más comentadas de la temporada de premios. Es una seria contendiente a ganar un Oscar al mejor largometraje de animación después de hacerlo en esa misma categoría en los BAFTA y de conseguir un pleno en los prestigiosos Annie Awards que se otorgan cada año al mejor cine animado (siete nominaciones, siete estatuíllas, incluidas Mejor Película y Mejor Director).
¿Cómo se ha convertido una película relativamente modesta, con una visión artística muy definida y personal en una película no más taquillera, pero sí igual de comentada que los grandes estrenos de animación de las grandes compañías? ¿Supone el inicio de un cambio en la industria de la animación, a veces algo anquilosada por culpa del asfixiante dominio de las grandes marcas y sus superproducciones? Analizamos, para entender su éxito y cómo ha llegado a convertirse en una de las propuestas de animación de la temporada, las claves estéticas e industriales de 'Klaus'
Netflix ya había hecho sus pinitos produciendo cine y series de animación. Por ejemplo, es conocida su incursión en el terreno anime, produciendo series o licenciándolas en exclusiva para su emisión en todo el mundo, con hallazgos de la talla de 'Aggretsuko' o 'Devilman Crybaby'. Su apuesta por la animación japonesa (o de estilo japonés, como 'Castlevania') es importantísima, con acuerdos como el que firmó con las compañías Anima, Sublimation y David Production o la promesa de lanzar una decena de series de anime completamente originales al año.
Pero aún no había entrado en el terreno de los largometrajes. 'Klaus' es un paso importante en ese sentido, mirando por primera vez cara a cara a productoras habituadas al estreno en salas de producciones en formato largo, como Warner o Disney / Pixar. En abril de 2015, el estudio del director Sergio Pablos, SPA Studios, lanzó un teaser en busca de financiación (bajo estas líneas). En la mayoría de los grandes estudios rechazaron el proyecto por ser "demasiado arriesgado".
Netflix, sin embargo, tiene una política de refinanciación y redistribución de películas que han encontrado dificultades en su desarrollo (como 'Aniquilación') que encajaba con 'Klaus', y en noviembre de 2017 anunció que adquiría los derechos globales de producción y se anunció una fecha de estreno para el film. Su distribución en salas, como es habitual en Netflix, ha sido limitada pero suficiente para acceder a las nominaciones a los Oscar.
Los amantes del cine de animación celebran la llegada de cualquier variación del mastodóntico canon Disney / Pixar como un bienvenido soplo de aire fresco. El cine de animación vive un momento creativo excelente, debido a la variedad de calidad y propuestas que los aficionados tienen a su alcance. Este año, el Goya en la categoría animada ha sido para una película absolutamente al margen de las modas, 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', y el eco que está obteniendo la francesa '¿Dónde está mi cuerpo?' (significativamente, distribuida en gran parte del mundo por Netflix), y también nominada al Oscar, son buena prueba de ello.
'Klaus' abandera así este año una tendencia que llevamos viendo consolidarse desde hace varias temporadas. Cuando los primeros éxitos de la animación por ordenador abarataron costes y abrieron las puertas de una corriente estética inmadura pero efectiva, nos vimos asaltados por una serie de estudios que generaron tanto explotaciones de las franquicias de Pixar como productos creativamente no muy interesantes (aunque algunos de impacto mayúsculo en taquilla, como 'Magadascar'). Por suerte, la animación computerizada está ganando en versatilidad y está diversificando su estética: 'Klaus', de hecho, es una buena prueba de ello.
A ello se suma que la llegada de internet ha sido esencial para normalizar la animación ajena al mainstream norteamericano. De lo independiente a lo exótico, ahora es habitual que al espectador le lleguen con relativa normalidad propuestas que se salen de la norma y de las franquicias de rigor, y a nadie extraña que en las entregas de premios se den la mano producciones alternativas y grandes éxitos de taquilla.
En 2018 lo demostraba la absolutamente extraordinaria 'Spider-Man: Un nuevo universo', quizás la mejor película superheroica de los últimos años: se podía pertenecer a una franquicia multimillonaria, a un género taquillero y partir de una situación, digamos, poco "autoral", para plantear una película innovadora, con sello propio, que cambie las reglas del juego expresivo... y sin dejar de ser un éxito de crítica y público.
La tentación de evaluar la película de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman como un milagro aislado se disipa en parte con 'Klaus'. Es cierto que 'Un nuevo universo' es mucho más radical (técnica y visualmente ambas van a la par, pero el atrevimiento argumental de la del arácnido es muy superior al de 'Klaus', aún algo inmovilizada por los estrictos corsés del cine familiar). Aún así, ambas demuestran (con unos cuantos precedentes muy notables, de las películas de Aardman a las del estudio Laika) que hay vida para el cine comercial de animación fuera del corral de Disney.
Desde que salieron a la luz los primeros tests de la película, el estilo de animación de 'Klaus' suscitó innumerables preguntas. ¿2D, 3D o una combinación de ambos? La compleja técnica que se empleó se resume en: herramientas informáticas 3D para dar volumen e iluminación computerizada a ilustraciones 2D animadas de forma tradicional. El resultado es una estética única y perfectamente reconocible, que aúna lo mejor de ambos mundos: el colorido, los efectos y la sensación volumétrica del 3D combinado con la inimitable expresividad de la animación clásica.
'Klaus' posee una estética única y perfectamente reconocible, que aúna lo mejor de la animación tradicional y del 3D
En una entrevista con la web especializada Before & Afters, Sergio Pablos lo resume de la forma más directa: "Quería demoler las limitaciones que teníamos con la animación 2D". Fue uno de sus colaboradores en el estudio, el artista conceptual Marcin Jakubowski, el que diseñó una herramienta que permitía darle de forma automática a una animación 2D un aspecto 3D. Pero era un proceso que consumía mucho tiempo y energía.
Con esa prueba en la mano contactaron con los franceses de Les Films Du Poisson Rouge, desarrolladores de herramientas para animación. Ellos fueron los que se las ingeniaron para programar un seguimiento de las líneas dibujadas (tanto vectoriales como en mapa de bits), lo que automatizó buena parte del proceso y lo hizo más intuitivo. La herramienta se llamó ?Klaus Light and Shadow'.
Pero antes de eso, se animaba todo de forma tradicional con otra herramienta, Toon Boom, a mano y fotograma a fotograma. Como se solía hacer antes de la llegada de la animación por ordenador, el estudio tenía todo un equipo de ayudantes que "limpiaban" cada dibujo y elaboraban los dibujos intercalados y las transiciones. También llevaron a cabo, para dotar a 'Klaus' de buena parte de su estética, de una limpieza de líneas de borde: los límites de los dibujos los daría el color.
Hasta hace muy poco, Sergio Pablos tenía como gran triunfo de su carrera el haber creado la franquicia 'Gru: Mi villano favorito', que no es poco. Aunque la película fue desarrollada por Universal, que la convirtió en una franquicia con tres entregas (y los dos spin-offs de los Minions) que ha recaudado más de tres mil millones de dólares, lo cierto es que los diseños originales y la historia en la que se basa la película -'Evil Me'- son obra de Pablos.
Antes de eso, Ríos había trabajado en Disney como diseñador de personajes en películas como 'Goofy e hijo', 'El jorobado de Notre Dame', 'Hercules' (Hades es suyo) o 'Tarzán'. Después del éxito de 'Gru', trabajó para Fox en 'Rio' y escribió 'Smallfoot' para Warner, y acabó fundando Sergio Pablos Animation Studios en Madrid, donde finalmente ha podido debutar como director con 'Klaus'.
El cine de animación español ha sido, durante casi toda su historia y desde los lejanos tiempos de 'Garbancito de la Mancha', una lucha de voluntades contra la adversidad industrial, el desprecio crítico y las limitaciones técnicas y creativas. A lo largo de la década pasada, sin embargo, la animación por ordenador redujo los largos procesos creativos e incluso disfrutamos de nuestras propias franquicias, como 'Tadeo Jones', y nuestro propio y minúsculo star-system, con nombres propios como Enrique Gato o, unos años antes, el triunfal éxito de 'Arrugas'.
Es de esperar que éxitos como el de 'Tadeo Jones', con sus 80 millones de euros de recaudación entre las dos entregas, apoyado por el impacto de 'Klaus' y de otros experimentos como 'Elcano y Magallanes, la primera vuelta al mundo' o la mencionada 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', sirvan para revitalizar la industria de la animación española, aún construida sobre titánicos esfuerzos individuales. De momento no faltan creadores ni tradición, lo que resulta más que conveniente para asentar los cimientos.
Netflix tiene la posibilidad, en fin, de apuntar a una diferenciación que precisa ahora que viene Disney+ dispuesta a convertirse en la plataforma mainstream por excelencia. Está claro que con su asfixiante ritmo de estrenos no puede dedicarles la atención precisa para convertirlos todos en un evento del calibre de 'El irlandés', algo que le convendría para convertirse en esa especie de HBO para las masas a donde a veces parece querer apuntar.
Con películas como 'Klaus', una producción capaz de plantar cara a la animación más mainstream (no olvidemos que es una película sobre el origen de Santa Claus), pero a la vez lo suficiente particular como para amontonar premios en su regazo y fascinar a la crítica, Netflix podría encontrar una orientación singular. Quizás sea en la animación donde halle una personalidad definitoria para un futuro cercano, donde le conviene saber cómo distanciarse de sus muchísimas competidoras.
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Así ha conseguido 'Klaus' convertirse en la película animada revelación del año
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Xataka
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John Tones
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