A finales de los noventa y en plena burbuja 'puntocom' dos graduados de Stanford pasando sus vacaciones en una playa de Florida tuvieron la revelación: un dispositivo que generara todos los olores del mundo, que llevase al mundo virtual de Internet los olores del mundo real. Con millones de dólares de inversión y la asociación con las grandes tecnológicas del momento el éxito parecía asegurado. Pero sólo lo olieron.
Era el invento perfecto. ¿Cómo no se le había ocurrido a nadie antes? Añadir una experiencia olfativa a Internet además de la audiovisual. También a videojuegos, películas y prácticamente cualquier contenido virtual. La idea entusiasmo a medio Silicon Valley, Hollywood y grandes tecnológicas y desarrolladoras de todo el mundo. Sin embargo sus creadores no se hicieron la pregunta esencial: ¿querían realmente los usuarios infectar su casas con decenas de olores de lo más variopintos?
Esta historia comienza con Joel Bellenson y Dexster Smith, dos graduados de Stanford que previamente habían lanzado un software dedicado a la secuenciación de genes. El primero era biólogo molecular y el segundo ingeniero industrial, por lo que parecían el duo perfecto para inventar algún tipo de aparato capaz de primero digitalizar y luego generar todos los olores del mundo.
La idea era encontrar primero la base de todos los olores, esos "olores primarios" y sus correspondientes componentes químicos. Con esas esencias principales un aparato se encargaría de mezclarlos para generar el resto de olores existentes (no es tan descabellado, hay quien los está archivando en una biblioteca de olores). Luego sería cuestión de que cada página web (o película, o videojuego...) añadiera el olor que deseen. De la web a tu ordenador, de tu ordenador al aparato conectado por USB y del aparato a tu olfato. Ahora me surge la duda de cómo sería el olor a Xataka.
Los dos genios se pusieron manos a la obra. Reunieron un equipo de expertos de diferentes áreas tanto tecnológicas como de la industria del perfume. También reunieron una importante suma de dinero, hasta 20 millones de dólares de diferentes fondos de inversión. Con todo ello, en 1999 lanzaron DigiScents, una plataforma pensada para categorizar todos los olores y que las empresas de entretenimiento pudiesen añadirlos a sus webs, películas, videojuegos, anuncios o lo que quisieran.
Creada la plataforma se propusieron crear el producto que llevase esos olores del mundo digital al mundo real. Así es como nació iSmell. En sus primeros prototipos iSmell se conectaba al ordenador por un cable USB y en su interior contenía decenas de pequeñas dosis de los olores esenciales en forma de aceites. Si la web de turno pedía un olor el aparato se encargaba de expulsar la dosis exacta de una combinación de aceites que generara ese olor concreto. Para ello calentaba cada compartimento y unos pequeños ventiladores expulsaba el olor hacia el exterior.
Lo consiguió. Tanto que tenían acuerdos con Microsoft, Sony, IMAX, Dolby y muchas otras empresas tecnológicas y de la industria del entretenimiento para integrar olores en sus contenidos. No podía faltar la industria del porno, que también vio un filón ahí. Llegaron a crear hasta Snortal, una web donde se podían diseñar olores y enviarse entre personas a modo de red social de los olores. Los años 2000 fueron una época maravillosa de Internet.
Lo que más me sorprende de la historia de iSmell es que halla llegado tan lejos y que de hecho otros lo hayan replicado posteriormente. Es decir, la idea de llevar el olor a Internet tiene su gracia, cinco o como mucho diez minutos. Luego uno empieza a hacerse preguntas y en momentos la viabilidad del proyecto cae a cero. Pero los años 2000 eran diferentes, Internet estaba disfrutando de uno de los momentos más esperanzadores e ingenuos de su historia, a meses de que la burbuja 'puntocom' le devolviese a la realidad. iSmell también se topó pronto con la realidad: no sólo no funcionaba, sino que nadie lo había pedido.
El aparato tenía un fallo básico: cuando generaba un nuevo olor el anterior se mantenía. En consecuencia se mezclaban diferentes olores y cuando se mezclan demasiados olores pasa como con los colores: aparece una composición similar a... las heces. iSmell no era capaz de separar bien los olores por lo tras varios usos seguidos ya no desprendía el olor deseado por la contaminación de los anteriores.
El otro gran problema de iSmell lo hemos visto en tantas y tantas ideas tecnológicas y el ejemplo perfecto y reciente es Juciero. ¿Alguien lo había pedido? No solucionaba un problema real del mercado y la gente realmente no quería llenar sus habitaciones de olores cada dos por tres. A finales de 2001, apenas 2 años después del lanzamiento de un prototipo, Digiscents se quedó sin capital y la compañía cerró. Y así es como nos quedamos sin conocer el olor a Xataka.
Más información | Wikipedia, PC World y howstuffworks
Imagen | Summit ID