La Unión Europa está financiando un proyecto llamado Roborder, destinado a desarrollar drones preparados para patrullar sus fronteras exteriores. Lo harían en enjambre, por tierra, mar y aire (recurriendo a varios modelos coordinados entre sí) y sin pilotos, valiéndose únicamente de la inteligencia artificial.
Según Stefanos Vrochidis, director del proyecto, los drones serían capaces de identificar humanos, aunque no de realizar reconocimiento facial (algo "técnicamente posible", según Vrochidis) o identificar factores como edad, género y raza).
Igualmente decidirían, también de manera autónoma, si éstos suponen o no una amenaza: en caso positivo, se lo notificarían a la policía de fronteras. También podrían operar con el objetivo de verificar información proporcionada previamente por operadores humanos.
Los drones emplearán "el mayor número de sensores posible para ayudar al personal de patrulla", según explica Kostas Ioannidis, director técnico de Roborder. Así, determinarán las amenazas a las fronteras europeas equipados con radares y con sensores ópticos, infrarrojos, térmico y de radiofrecuencia.
Estos últimos emplearán frecuencias de telefonía móvil para triangular la ubicación de las personas sospechosas de actividades delictivas. Contarán, por último, con cámaras para identificar humanos, armas y vehículos.
La financiación del proyecto fue concedida en 2017, y está enfocada en desarrollar un prototipo comercializable a medidados del año que viene. Antes de esa comercialización, el sistema será puesto a prueba por las autoridades de varios países europeos, como Portugal, Hungría y Grecia.
Se ha desatado la polémica en torno a este proyecto a raíz de algunas acusaciones de estar violando las condiciones de su financiación: el origen de ésta es una beca de I+D+i de 8 millones de euros, destinada únicamente a proyectos civiles, pero los desarrolladores de Roborder han reconocido a periodistas de la publicación británica The Intercept que algunos de los elementos del sistema que proponen implican el uso de tecnología militar o fácilmente reconvertible para ese fin.
De hecho, un informe realizado por Reinhard Hutter, el consultor ético externo contratado por Roborder, reconoce explícitamente que "los resultados de este proyecto tienen el potencial de ser reutilizados por el sector de la defensa".
Más aún: que una vez que el proyecto finalice (lo cual se espera que ocurra en 2020), la tecnología desarrollada hasta ese momento podría ser vendida fuera de la propia UE.
Al menos esto es lo que ha reconocido el propio Vrochidis a The Intercept, porque en el acuerdo firmado en 2017 con la Comisión Europea se afirmaba "no contemplar" la exportación de dicha tecnología fuera de las fronteras europeas.
"Contamos con empresas interesadas en explotar, con el tiempo, este mercado. Podrían explotar toda la tecnología resultante o sólo parte de ella, depende. Y podrían hacerlo en Europa, pero también fuera de ella".
Según un portavoz del programa que financia el proyecto, Horizonte 2020, no hay nada que la UE puede hacer para controlar dónde o cómo se utiliza la tecnología que ellos mismos han financiado.
Vía | The Intercept
Imagen | Good Free Photos
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