Es fantástico eso de poder acceder a todo tipo de contenidos sin que nos tengamos que mover de casa. Los formatos digitales lo han revolucionado todo y han permitido disfrutar de la música, los libros, los videojuegos o las películas y series cómo, dónde y cuándo nos apetezca.
Todo parecen ventajas en un modelo que ha impulsado el auge del streaming, pero la cosa no es tan estupenda si hablamos de nuestras compras de bienes online. El propietario de esa peli o videojuego que has comprado (probablemente) no eres tú. Es la empresa a la que se lo compras.
¿Ese libro electrónico que has comprado para tu Kindle? No es tuyo. "El Proveedor de Contenidos le entrega a usted el Contenido Kindle bajo licencia, no a modo de venta". No lo digo yo: lo dicen los términos de uso de la Kindle Store. Este tipo de realidad ha generado polémicas en el pasado, pero es que solo es uno de los muchos ejemplos de esta circunstancia.
Con las películas que compras en Amazon Prime Vídeo pasa lo mismo: no te pertenecen. El servicio se puso a disposición de los usuarios a finales de abril en España o a México aún más recientemente, pero llevaba tiempo disponible en Estados Unidos.
Allí una usuaria se dio cuenta de la trampa: compró una película y se acabó enterando de que no era suya. El debate de los bienes digitales se reactivó con fuerza con discusiones como la que tuvo lugar en Reddit, y la usuaria acabó demandando a Amazon, un proceso que aún sigue en marcha.
La empresa deja claro en las condiciones de uso de esta plataforma que lo que se concede es una licencia de uso del contenido, pero avisan de que ese contenido podría acabar dejando de estar disponible "y Amazon no será responsable frente a los usuarios por Contenido Digital Comprado que deje de estar disponible para su posterior descarga o reproducción en streaming".
La empresa se lava las manos, pero no está sola en ese tipo de filosofía. Si compras un bien digital no es tuyo, simplemente podrás disfrutarlo de forma teóricamente ilimitada y vitalicia.
El problema es que muchas otras siguen ese mismo esquema. Steam, plataforma por excelencia de la distribución de juegos, también lo deja claro: "Los contenidos y servicios se otorgan mediante una licencia y no son objeto de venta", explican en su "acuerdo de suscriptor".
Más ejemplos: Apple también utiliza ese lenguaje legal en sus términos de uso para lavarse las manos y para dejar claro que lo que se te concede cuando por ejemplo compras una aplicación o juego en su App Store no es esa aplicación o ese juego: "Las Apps ofrecidas a través de la App Store son cedidas bajo licencia y no vendidas a favor de Ud."
La mayoría de las empresas se han adherido a este tipo de filosofía: los formatos físicos sí que hacen que el usuario sea en efecto el propietario de ese CD de música, ese libro en papel, ese videojuego o esa película que compramos en Blu-ray, pero con las descargas digitales no ocurre lo mismo. No nos pertenecen.
Solo podemos usarlos mientras dure el contrato de servicio, y si esa empresa que ha proporcionado el bien digital desaparece por lo que sea, nuestra licencia de uso de ese bien digital también desaparece.
Hay excepciones, y por ejemplo en el mundo de los videojuegos plataformas como GOG o Humble Bundle defienden el modelo tradicional, pero esa no es la norma. Es especialmente llamativo el caso de GOG, que tiene unos términos de uso en lenguaje legal y, a la derecha, un pequeño resumen en la versión en "inglés", algo que ellos mismos entrecomillan.
Lo cierto es que salvo por esos pequeños casos, esta es la trágica realidad de un segmento que está haciendo desaparecer el concepto de propiedad y que cada vez más aboga por ese modelo de suscripción que manejan todos los servicios de streaming de contenidos. Será interesante ver qué ocurre con la demanda de esa usuaria de Amazon.
Para estas empresas la realidad es evidente: poseer algo ya no mola: alquilarlo, sí.
Imagen | Unsplash
.