Los trenes más rápidos del mundo comparten un secreto común: vuelan. Literalmente, no suelen tocar las vías gracias a diferentes sistemas magnéticos que las permite evitar la fricción. Es algo parecido a lo que busca hacer Elon Musk con Hyperloop pero cuando los trenes de levitación comenzaron a desarrollarse hace más de medio siglo, un ingeniero francés tuvo una idea algo diferente. Así nació Aerotrain.
Jean Bertin, ingeniero francés que trabajaba en la insonorización de motores de avión descubrió junto a su compañero Louis Duthion que un vehículo aéreo al volar muy cerca del suelo comprime el aire y le permite tener una mayor elevación con menor resistencia aerodinámica. No es algo que no se supiera desde antes, se trata del "efecto tierra" y los pilotos lo conocen muy bien. Pero Jean y Louis se dieron cuenta que eso permitiría también producir una especie de cojín de aire debajo del vehículo que lo hiciera... levitar.
¿Cómo sería aprovechar la idea del "cojín de aire" para vehículos sobre vías? El ingeniero comenzó a unir rápidamente ideas y a desarrollar prototipos. Para 1963 tuvo listo su proyecto llamado 'Aerotrain'. Es, como su propio nombre indica, un tren aéreo. Más o menos.
Aerotrain funcionaba sobre un rail de hormigón central del que se separaba gracias a cojines de aire. Con esto conseguía no tener fricción con el suelo y aumentar drásticamente su velocidad. Lo describía como "un avión encarcelado, volando sin alas y atado al suelo". En cierto modo era eso.
Con el paso de los años el ingeniero construyó diferentes prototipos cada vez de mayor tamaño según iba consiguiendo más y más inversión. Llegó al punto de tener un modelo a escala real de más de 22 metros y con capacidad para 80 personas en su interior. Para este modelo también construyó una pista de pruebas de casi siete kilómetros de largo y más tarde construyó otra de 18 kilómetros de longitud.
El primero de los prototipos funcionales de Aerotrain apenas tenía espacio para seis pasajeros. Contaba en la parte trasera con una hélice similar a las que tienen las alas de los aviones. Pero fue suficiente para que consiguiera una velocidad máxima de 345 kilómetros por hora. 345 km/h que para 1966 eran sin duda una velocidad considerable, más aún si tenemos en cuenta que doblaba a las de los trenes normales.
Posteriormente una versión mejorada alcanzó la cifra de los 422 km/h. Las pruebas y los prototipos se siguieron desarrollando y en 1974 un Aerotrain rompió el récord de velocidad más alto conseguido por un vehículo sobre carriles. Alcanzó los 430,4 km/h en la pista de 18 kilómetros que construyeron.
La idea de Jean Bertin era construir una red de monorailes (sí, todos hemos pensado en lo mismo) por todo el estado que permitiera conectar ciudades y a las personas de forma más rápida. Esta red de monorailes iba a ser complementaria a la red tradicional de trenes, dado que era más costosa y no era viable pasar a todos los pasajeros
Lamentablemente, ese mismo año que consiguió el récord de velocidad, el gobierno francés retiró el apoyo al proyecto de Aerotrain. Temieron que la red estatal de ferrocarriles quedara en segundo plano si el proyecto seguía adelante. Las inversiones acabaron en el TGV, el tren de alta velocidad francés. Es uno de los trenes de alta velocidad más exitosos del mundo, y curiosamente tiene el récord del tren más rápido del mundo... sobre raíles.
Vía | Mashable
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