En algún lugar de la plataforma de hielo Ross en la Antártida, se encuentra enterrado un colosal vehículo de 17 metros de largo. Construido en 1939 con el propósito de ser una base científica movible que explorase el Polo Sur, su mayor logro fue conseguir llegar hasta la Antártida. Esta es la historia del Antarctic Snow Cruiser.
El investigador Thomas Poulter en 1934 recién había vuelto a Estados Unidos de una expedición a la Antártida y lo había hecho una una ingeniosa idea: disponer de un vehículo enorme que sirva como base para explorar el Polo Sur. Una especie de base movible capaz de transportar en su interior a varios investigadores y todo lo que estos necesitasen durante la expedición.
Dicho y hecho. Desde 1937 hasta 1939 el investigador junto a un equipo de la Fundación de Investigación de Chicago del Instituto de Tecnología de la Armada diseñó el que más tarde se conoció como Antarctic Snow Cruiser. Su nombre ya era una declaración de intenciones: un crucero para explorar la nevada Antártida del Polo Sur.
Mientras todo este diseño se estaba creando, el almirante Richard Byrd estaba preparando una tercera expedición a la Antártida para partir en 1993 hacia el continente helado. Era la oportunidad perfecta para poner a prueba la idea del Antarctic Snow Cruiser, por lo que convencieron a las autoridades gubernamentales para financiar su construcción y así tenerlo listo antes del viaje. Con 150.000 dólares de las arcas del estado, se pusieron manos a la obra.
La construcción del Antarctic Snow Cruiser fue sorprendente rápida. Comenzaron el 8 de agosto de 1939 y 11 semanas más tarde el gigantesco vehículo estaba listo para partir. Más o menos, porque si bien se construyó en Chicago, la expedición salía en barco desde Boston. Fue toda una aventura hacerlo llegar ahí por su enrome tamaño. Además de ser lento, tuvo algún que otro incidente con otros vehículos, la gente salía a las calles a verlo pasar y hast se quedó atascado en un arroyo durante su camino. Supuestamente iba a resistir y hacer frente a los obstáculos de la Antártida, pero un arroyo en mitad de Estados Unidos y sin nieve de por medio ya dejó ver lo que estaba por venir.
El Antarctic Snow Cruiser no era moco de pavo. Medía 55 pies de largo, 20 pies de ancho y 12 pies de alto (16,7 metros, 6 metros y 3,6 metros respectivamente para el resto del mundo) y en su interior tenía la capacidad para albergar a cinco personas. En la cabina frontal se encontraban los mandos de control y delante de las ruedas delanteras también la sala de máquinas con varios motores en línea que en conjunto conseguían 300 caballos de potencia. A estos además se les sumaba cuatro motores eléctricos que aportaban otros 300 caballos extra.
Un poco más atrás y justo después de las ruedas encontramos la cámara oscura y luego la sala de estar y dormitorios. Llegando a la rueda trasera se disponía del almacén donde se reservaba todos los recursos necesarios así como el combustible para el vehículo. Detrás del todo había dos ruedas de repuesto. Finalmente, en la parte superior disponía de una pequeña avioneta.
Volviendo a la aventura del Antarctic Snow Cruiser, el vehículo llegó finalmente el 12 de noviembre a Boston de donde se disponía a partir hacia a Antártida a bordo del barco North Star. El barco llegó sin problemas el 15 de enero de 1940 a la Bahía de Gales en el Polo Sur. Cuando se propusieron descargar el colosal vehículo del barco, este rompió por su peso una rampa de madera que habían preparado para él. Afortunadamente no llegó a hundirse en el Océano Antártico y consiguió llegara una zona segura sobre el hielo.
A partir de ahí, los investigadores se cruzaron con la cruda realidad: el Antarctic Snow Cruiser era incapaz de desplazarse en esas condiciones. Por alguna razón sus creadores pensaron que unas ruedas totalmente lisas y enormes eran una buena idea para conducir sobre hielo o nieve. Evidentemente, no fue buena idea. El Antarctic Snow Cruiser apenas conseguía desplazarse sin patinar o hundirse en la nieve. Intentaron colocarle cadenas a los neumáticos y usar los de repuesto, pero fue inútil.
La expedición lo había apostado todo en Antarctic Snow Cruiser, por lo que era prácticamente su único modo de desplazamiento y supervivencia en al misión. Finalmente consiguieron moverse duras penas por la zona utilizando la marcha atrás. Ya era tarde, el colosal vehículo se había convertido en un colosal fracaso.
Que no fuese capaz de desplazarse no significa que dejase de ser útil al 100%. El vehículo resulto ser extremadamente bueno como base en su interior y las temperaturas extremadamente bajas del lugar (que ya no lo son tanto). Pero claro, había pasado de ser una base movible a simplemente una base normal y corriente. La expedición lo utilizó durante unos meses hasta el 22 de diciembre de 1940, cuando fue abandonado cerca de la base Little America III en la Antártida.
Años más tarde, en 1946 otra expedición lo pudo localizar y comprobaron que el interior se mantuvo sorprendentemente bien. Similar fue el reporte de otra expedición en 1958, aunque cada vez fue más difícil encontrarlo por la nieve que empezó a enterrarlo. De hecho, en 1958 fue la última vez que se supo algo del Antarctic Snow Cruiser. Si sigue ahí o no es un misterio, pues parte de la plataforma de hielo Ross en la que se encontraba cayó al océano en la década de 1960 (sí, has adivinado la razón).
Antarctic Snow Cruiser ha pasado a la historia a pesar de estar perdido en alguna parte de la Antártida. Ha pasado a la historia no por su éxito tecnológico, sino más bien por su fracaso al utilizar unas ruedas completamente inadecuadas para hielo y nieve. La Unión Soviética, por su parte, apostó por tracción de oruga .
Vía | Gizmodo
Más información | Wikipedia y Archive.org
Imágenes | Boston Public Library