Poner fin a la crisis de los semiconductores no requiere soluciones artificiosas. La única estrategia que puede dar respuesta al déficit de chips al que nos enfrentamos desde hace ya casi dos años consiste en incrementar la producción lo suficiente para satisfacer la demanda. Eso es todo. Eso sí, esta receta tiene dos ingredientes indispensables: las instalaciones en las que se fabrican los circuitos integrados y el personal especializado que interviene en su producción. Y ambos recursos escasean.
Sabemos que hacen falta más fábricas de semiconductores desde hace muchos meses, pero lo que no sabíamos es que las empresas que los producen también están teniendo dificultades para encontrar el personal técnico que necesitan para incrementar la producción. Y, dado el contexto en el que nos encontramos, es muy grave. El diario The Wall Street Journal ha recogido varias declaraciones en las que algunos ejecutivos de la industria de los circuitos integrados ponen el foco de atención en este problema.
«Estamos sumidos en una guerra en busca de talento», ha asegurado Jim Koonmen, vicepresidente de ASML, que es la compañía de Países Bajos participada por Philips que diseña y fabrica los equipos fotolitográficos que utilizan la mayor parte de los fabricantes de semiconductores. Las declaraciones de Ann Kelleher, vicepresidenta de Intel, apuntan en esta misma dirección:
«Las competencias que demanda la industria de los semiconductores para continuar creciendo se extienden desde los profesionales involucrados en la construcción de los edificios hasta los investigadores que llevan a cabo las innovaciones frontera». Además, las cifras que refleja un informe elaborado por Eightfold.ai, que es una empresa dedicado a la gestión de talento, avalan las declaraciones de estos ejecutivos.
Y es que según sus previsiones solo en Estados Unidos la industria de los semiconductores necesitará contratar de aquí a 2025 a entre 70 000 y 90 000 trabajadores adicionales para hacer posible el crecimiento que requiere la demanda en aumento de chips. En Taiwán, que actualmente es el centro neurálgico mundial de la fabricación de circuitos integrados, el panorama es muy similar. De hecho, el déficit medio mensual de trabajadores especializados que ya tiene esta industria en este país asiático es aproximadamente de 27 700 empleados.
Resolver este problema no parece pan comido, sobre todo si nos ceñimos a los puestos técnicos que requieren una alta cualificación. Formarse para operar los equipos fotolitográficos de las fábricas o para investigar y desarrollar nuevas tecnologías de semiconductores, entre otras áreas, no es algo que pueda hacerse en un suspiro. Eso sí, de todo esto podemos sacar un aprendizaje valioso: estudiar física, ingeniería electrónica o ingeniería industrial, entre otras carreras de carácter científico-técnico, es una apuesta segura para cualquier persona que quiera desarrollar su futuro profesional en esta industria.
Las fábricas de semiconductores en actividad trabajan desde hace meses al límite de su capacidad de producción. Y aun así no han conseguido ni por asomo dar respuesta a la demanda. En este contexto solo hay una opción: construir más fábricas de chips y ponerlas en marcha tan pronto como sea posible. Pero, de nuevo, tropezamos con un problema, y este es insalvable.
«Una fábrica de chips de vanguardia tarda no menos de cuatro años en estar plenamente operativa»
Según Ignacio Mártil de la Plaza, catedrático de Electrónica en la Universidad Complutense de Madrid y un experto en semiconductores y energía solar fotovoltaica, «una fábrica de chips de vanguardia tarda no menos de cuatro años en estar plenamente operativa». Es evidente que, además del tiempo que requiere la construcción del edificio, es imprescindible instalar en él los carísimos y complejos equipos fotolitográficos que intervienen en la producción de los circuitos integrados.
La previsión más optimista acerca del fin de la crisis por el momento nos la ha ofrecido Pat Gelsinger, el director general de Intel. Este ejecutivo vaticinó a finales del pasado mes de abril que la enorme inversión que es necesario realizar para poner en marcha nuevas fábricas de circuitos integrados y el tiempo que es preciso invertir en este proceso provocarán que el déficit de chips se prolongue durante dos años más, por lo que en 2023 deberíamos presenciar el principio del final de la crisis. Crucemos los dedos.
Imagen de portada | TSMC
Vía | The Wall Street Journal
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