Google sacaba pecho. Fastos y aplausos rodeaban la llegada de Grace Hopper a Bilbao el verano pasado. No aquella Grace Hopper que ayudó a crear COBOL, no, sino el cable que la homenajeaba. Un gigantesco cable submarino de 6.000 km que conecta Nueva York con Bilbao, en España, y Bude, en Reino Unido.
Aquel era el último logro de una industria que nos permite comunicarnos, trabajar, jugar y disfrutar de contenidos como jamás lo hemos hecho. Eso es prodigioso, pero esos avances tienen un lado menos conocido: el control y dominio que Google y otras grandes de la tecnología tienen de esos cables submarinos es notable y, sobre todo, preocupante.
Cables por doquier. No solo los tenemos encima de la mesa. Los cables submarinos son algo así como la espina dorsal de internet: una red de interconexión que permite que los datos lleguen de un continente a otro atravesando mares y océanos sin problemas y a velocidades de vértigo.
Hoy en día el fondo submarino está recorrido por 1,3 millones de kilómetros de cables de fibra óptica, pero en una década quienes los controlan de forma mayoritaria son las grandes tecnológicas. Ojo: gracias a esas inversiones ?instalarlos y mantenerlos no es moco de pavo? la capacidad de transmisión ha crecido de forma asombrosa: solo en 2020 esa capacidad ha crecido un 41% respecto al año anterior.
La otra conquista del océano. Dos de cada tres bits que pasan por esos cables submarinos lo hacen controlados por Microsoft, Alphabet (Google), Meta (antes Facebook) y Amazon, que son usuarias absolutamente dominantes de esta infraestructura. En 2012 estas empresas usaban menos del 10% de la capacidad de esos cables. Hoy usan cerca del 66%.
El dato proviene del estudio (PDF) de TeleGeography, una consultora de este segmento, y de hecho van más allá y afirman que esas cuatro empresas irán pronto más allá. En los próximos tres años serán las principales financieras y propietarias de los cables submarinos de internet que conectan los países desarrollados y más voraces en consumo de ancho de banda. Se espera que en 2024 tengan una participación de más de 30 cables de larga distancia. En 2010 solo tenían participación en uno de esos cables
Una inversión muy rentable. Como indican en The Wall Street Journal, hasta hace unos años esos cables se instalaban gracias a los gobiernos y las empresas nacionales de telecomunicaciones, pero las grandes tecnológicas se cansaron de tener que andar dependiendo de esas empresas para cubrir unas necesidades de transmisión cada vez más grandes. ¿Qué hicieron? Gastar mucho dinero (90.000 millones de dólares solo en 2020 entre las cuatro) para luego darse cuenta de que la idea era muy rentable para ellas y le complicaba las cosas de forma espectacular a las tradicionales dominadoras de este mercado.
De hecho las grandes de la tecnología colaboran de forma clara en esas inversiones. El cable Marea, que también conecta Virginia Beach (EE.UU.) con Vizcaya, mide 6.600 km y fue un proyecto conjunto de Microsoft, Facebook (ahora Meta) y Telefónica (a través de su filial Telxius). Esas inversiones han permitido que hoy en día sea posible disfrutar de unas conexiones fantásticas y necesarias en un mundo hiperconectado, pero es imposible que no surjan suspicacias: las mismas empresas que controlan esos cables y los usan a destajo son a menudo criticadas y demandadas por sus escándalos antimonopolio y de privacidad.
Imagen | Submarine Cables
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