La industria de los microchips ve cómo asoma en el horizonte un nuevo reto. Uno relacionado con la guerra de Ucrania. Tras dos años muy marcados por la pandemia y la crisis de semiconductores, escenario que según algunos grandes fabricantes no se despejará hasta bien entrado 2022 y otros extienden a 2023, el sector suma ahora un peligro extra: que el conflicto creado por Rusia complique el abastecimiento de neón, un gas clave para la fabricación de chips. Según los datos que maneja TechCet, cerca de la mitad del suministro mundial parte del país de Volodímir Zelenski.
La ofensiva rusa sobre Odesa, una ciudad costera que centra ahora la atención del Kremlin, ya habría afectado en parte al sector. Allí tiene su sede la compañía Cryoin Engineering, dedicada a la producción y distribución a nivel mundial de gases de neón, entre otros, y con un peso importante en el sector. Hace días los responsables de la firma, que suministra a empresas de EEUU, Asia y Europa, reconocían a Wired que habían detenido la producción tras los primeros ataques.
Sus planes pasaban entonces por retomar la actividad en la fábrica ese mismo fin de semana; pero la realidad es que, tras diez días de guerra, la situación de Odesa es particularmente delicada, con las fuerzas rusas centradas en la ciudad tras tomar Jersón. Los ataques no son el único quebradero de cabeza de la compañía. Otra de las preocupaciones de los responsables de Cryoin es cómo sacar el neón del país con las fronteras "sobrecargadas" por los ciudadanos que huyen de la guerra.
No es la primera vez que el sector y los fabricantes de chips afrontan una situación parecida. En 2014, durante la anexión de la península de Crimea, se registró ya un episodio de escasez de gas neón que provocó que los precios se disparasen un 600%. Además del incremento de costes se registraron retrasos en los envíos por la situación de la frontera y la falta de materias primas. La dependencia que los fabricantes tenían del del gas neón de Ucrania era por entonces, eso sí, bastante superior a la que se registra hoy: de aproximadamente el 70%.
De momento y al menos de forma pública, los fabricantes de chips se muestran tranquilos. La coreana SK Hynix, Intel Corp, GlobalFoundries, United Microelectronics Corp o Malasia Unisem, por ejemplo, han trasladado mensajes en esa línea incidiendo en el stock disponible o su capacidad para buscar fuentes fuera de Ucrania y Rusia. En EEUU, el gobierno ha trasladado ya a la industria que diversifique igualmente sus proveedores en caso de que Moscú adoptase represalias. Más del 90% del neón de grado semiconductor del país procede de Ucrania y el 35% del paladio que utiliza ?metal que se emplea también en sensores y memorias? tiene su origen en Rusia.
El gas de neón es esencial para los láseres que se utilizan para grabar patrones en las obleas de silicio y dar forma así a los chips. En Ucrania firmas como Cryon o Iceblick se encargan de tomar el neón que se produce en Rusia como subproducto de la fabricación del acero y tratarlo para adoptarlo a las necesidades de la industria. Las implicaciones de la guerra podrían en cualquier caso ir más allá del neón o el paladio ruso. Según los datos de la Oficina Mundial de Estadísticas del Metal, el año pasado Rusia fue el tercer productor mundial de aluminio y gran parte de su producción se exporta a Turquía, Japón, China, Estados Unidos y los países de la propia Unión Europea.
La nueva amenaza podría agravar el complejo escenario que hereda el sector la pandemia, escenario que se generó por el aumento de demanda y no se había despejado aún. Grandes marcas de la automoción, como Ford, Hyundai o General Motors, reconocían a principios de febrero que el escenario no esperaban que el escenario remitiese hasta avanzado 2022.
Precisamente para evitar que el problema se repita organismos públicos y multinacionales han empezado a mover ficha. La UE quiere cuadriplicar su producción para 2030 e Intel o Bosch quieren reforzar su músculo productor a golpe de chequera, con un programa de inversiones millonario. En los últimos meses el sector alertaba ya de otro problema: la escasez de personal cualificado.
Imagen | TSMC
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