El 16 de noviembre de 1999 Terra Networks, la filial de internet de Telefónica, salió a bolsa a 13 euros rodeada de un optimismo sin parangón. En un día multiplicó su precio por tres y permitió que unos pocos (y polémicos) afortunados se hicieran millonarios al instante. Tres meses después marcaba su máxico histórico, 157,65 euros. Y entonces, el desastre.
La burbuja de las puntocom.
Terra fue el paradigma español de aquel fenómeno que sacudió las bolsas y sobre todo los bolsillos de millones de personas. En junio de 2003 Telefónica acabó comprando el 100% de Terra y pagó 5,25 euros por acción a los inversores, una cifra casi simbólica teniendo en cuenta lo que llegó a valer la empresa.
La empresa jamás llegó a tener beneficios en esos años, y en 2002 perdió más de 2.000 millones de euros, cuatro veces más de sus ingresos. Terra fue la NVIDIA española. En su momento álgido su capitalización llegó a ser de más de 38.000 millones de euros: más que Repsol o el BBVA, y mucho más que los 24.000 que hoy vale toda Telefónica. Sin embargo, los ingresos de Terra en 2002 no superaban los 300 millones de euros. ¿Os suena la historia?
Probablemente sí. Es lo que algunos afirman que está pasando en la actualidad con el segmento de la inteligencia artificial, que desde la aparición de ChatGPT ha generado unas expectativas descomunales. Incluso mayores de las que planteó internet a finales de la década de 1990.
Eso ha hecho que inevitablemente se hable de una burbuja de la IA. Hay aparentes señales por todas partes:
Todo eso lo vimos también con la burbuja de las puntocom, y hay desde luego más indicios preocupantes de que está pasando algo raro. El comportamiento de los inversores parece mucho más especulativo que racional, la cobertura mediática ?que nos lo digan a nosotros? se dispara, o la confianza desmedida en el futuro, despreciando los riesgos potenciales, son claras. ¿Es la burbuja de la IA una realidad?
Hay diferencias entre lo que pasó entonces y lo que parece estar pasando ahora. Para empezar, la IA parece manejar un producto igual de sólido o incluso más de lo que lo era internet cuando aquella burbuja explotó: el impacto ya se está dejando notar en industrias como el de la programación, por ejemplo.
En todos los casos la realidad de la IA suele ser contundente: esto no sustituye al trabajo humano, pero lo potencia. Es la nueva bicicleta para la mente, y quienes la utilizan ?sea en ámbitos creativos o no? saben que la IA ayuda a hacer las cosas más rápido e incluso mejor.
Pero es que a diferencia de lo que ocurrió con las puntocom, este impulso de la IA está mucho más protagonizado por las grandes empresas tecnológicas, que tienen claro que no quieren que nadie les adelante por la derecha.
Las startups de internet como Yahoo! o Google sorprendieron a los gigantes de entonces, y aunque ahora hay startups con una valoración extraordinaria (OpenAI), también es cierto que tendrán mucha competencia de empresas muy asentadas como Microsoft, Alphabet o NVIDIA, que se ha beneficiado especialmente de esta explosión de interés por la IA.
El potencial de la IA es evidente, y está tan claro o más que el que tenía internet entonces. Pero muchas startups de aquella burbuja no tenían un modelo de negocio claro: casi bastaba comprar un dominio .com y tener un buen discurso de ventas de la idea para conseguir financiación inmediata porque nadie quería quedarse fuera de ese mercado.
Internet acabó demostrando tener un impacto casi sin precedentes en la historia de la humanidad, y creó gigantes tecnológicos que se apoyaron en esa revolución. Como explican en Cinco Días, "ni entonces todo era humo, ni ahora es todo sólido".
La IA está generando expectativas colosales e incluso inquietantes, pero no está claro que estemos ante otra burbuja como la de las puntocom. El tiempo acabará dando respuesta a esta incógnita.
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