La Universidad Técnica de Múnich (TUM) ha completado con éxito un experimento clave para el futuro de la aviación: un aterrizaje completamente autónomo. Muchos grandes aviones disponen de sistemas de aterrizaje instrumental (ILS) para automatizar el descenso. Estos se basan en tecnologías como el GPS y distintas antenas para ayudar a aterrizar, sobre todo en condiciones de mala visibilidad. Sin embargo, las avionetas y los aviones en pequeños aeropuertos en ocasiones no disponen de los recursos suficientes para añadir estos sistemas y cuando las condiciones no son buenas, los vuelos simplemente se cancelan.
El proyecto 'C2Land' tiene como objetivo ayudar a pequeños aviones a aterrizar sin ningún tipo de ayuda desde el suelo. En primer lugar se utilizaron sistemas GPS para ayudar al aterrizaje, pero detectaron que eran muy sensibles a las perturbaciones atmosféricas. Con ellos, el sistema pedía a los pilotos que se hicieran cargo manualmente a los 60 metros antes de tocar el suelo.
Para mejorar la precisión, los ingenieros de TUM han creado un sistema de visión por computador que incluye dos cámaras: una de ellas para situaciones con buena visibilidad y una segunda con infrarrojos para cuando no la hay. Con las dos cámaras han logrado crear una plataforma capaz de procesar la situación de la pista de aterrizaje y determinar la posición del avión incluso desde distancias lejanas.
Estos días la Universidad ha dado a conocer los resultados detallados del experimento exitoso realizado en mayo de 2019. El avión utilizado fue una modificación de sus Diamond DA42, equipado con un sistema 'Fly-by-wire' desarrollado por TUM. Se trata de lo que se conoce como pilotaje por mandos electrónicos, que en este caso estaba apoyado por las dos cámaras capaces de procesar la imagen. Además se incluyeron señales GPS, funciones de software adicionales y se contó con la supervisión de la torre de control durante varias fases del acercamiento.
En el interior del avión encontramos a Thomas Wimmer, el piloto que se encontraba en la cabina aunque no fue responsable del aterrizaje ya que sus manos no tocaron nada. "Las cámaras reconocen la pista a gran distancia del aeropuerto. Luego, el sistema guía el avión a través del aterrizaje de forma completamente automática y lo desciende precisamente en la línea central de la pista", explica el piloto.
A través de tres publicaciones distintas (I, II, III), los investigadores describen su tecnología como un "sistema de posicionamiento óptico a menos de 200 pies [60 metros] para ser utilizado como una fuente adicional de información de posicionamiento".
Hasta la fecha, los pilotos automáticos de los aviones se basaban en sistemas cuya base se encontraba en tierra. Con este experimento estamos, según Techcrunch, ante el primer aterrizaje completamente autónomo. Aunque a finales de enero de 2019, Boeing comunicó que había realizado un vuelo y aterrizaje autónomo con su proyecto Boeing NeXt.
Estamos ante proyectos todavía en fase experimental, que abren la puerta a abaratar los costes del aterrizaje automático y permitir en el futuro que pequeños aviones puedan aterrizar en pistas complicadas.
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