Tras años siendo ridiculizados y vistos como una broma por los fabricantes de coches y por el público, el interés por los coches eléctricos ha aumentado de forma significativa y los gobiernos de todo el mundo ya están creando planes para prohibir el petróleo y los coches de diésel.
Hemos visto cómo casi de repente hay una gran disponibilidad de coches eléctricos, especialmente en la gama alta donde Tesla va muy por delante de otras marcas más arraigadas. Probablemente muy pronto los coches eléctricos también se harán con el resto del mercado, de hecho se espera que para el año 2025 los precios serán similares a los de los automóviles convencionales.
Los coches eléctricos son alabados como la respuesta que necesitamos para conseguir una movilidad verde y limpia, pero la sostenibilidad general de los coches eléctricos todavía no está clara. Examinando la situación detenidamente, quizá deberíamos replantearnos todo nuestro modelo de transporte.
En comparación con los motores de combustión, el transporte eléctrico tiene ventajas obvias en cuanto a las emisiones y nuestra salud. Solo el transporte es responsable de cerca del 23% de las emisiones de dióxido de carbono energéticas a nivel mundial, una cifra que se espera sea el doble para el año 2050.
Los vehículos a motor también son un obstáculo para la sociedad, especialmente en entornos urbanos donde son uno de los principales responsables del ruido y la contaminación atmosférica. La posibilidad de evitar estos problemas es la razón por la que los coches eléctricos están considerados como una tecnología clave para ayudarnos en la limpieza del sector del transporte. Sin embargo, los coches eléctricos traen consigo sus propios problemas.
Para empezar, existe un factor preocupante en la cadena de distribución de los coches eléctricos: el cobalto es un componente clave en las baterías de ión-litio, una materia prima relacionada con la explotación infantil. También hay que tener en cuenta que es tóxico extraer del suelo el níquel utilizado en esas mismas baterías y que existen preocupaciones a nivel medioambiental y conflictos sobre el uso del suelo relacionados con la extracción del litio en países como el Tíbet y Bolivia.
Los elementos utilizados en la producción de baterías son finitos y tienen un suministro limitado, lo que hace que sea imposible cambiar todo el transporte mundial a un transporte eléctrico con la tecnología de baterías actual. Mientras tanto, sigue sin haber una forma segura a nivel medioambiental para reciclar las baterías de ión-litio.
Si bien los coches eléctricos no producen gases de escape, sí existen preocupaciones sobre las emisiones de partículas finas. Los coches eléctricos suelen ser más pesados que los automóviles convencionales y cuanto más pesado sea el vehículo producirá más emisiones que no son de escape. El elevado par motor de los vehículos eléctricos también empeora el problema de las emisiones de partículas finas, puesto que los neumáticos sufren un mayor desgaste y se produce una mayor dispersión de partículas finas.
Existen muchos otros problemas que los coches eléctricos comparten con los coches convencionales: ambos necesitan carreteras, zonas de aparcamiento y otras infraestructuras, un problema crítico en las ciudades. Las carreteras pueden dividir a las comunidades y dificultar el acceso a servicios esenciales para aquellas personas que no dispongan de un coche.
Un cambio en la dependencia de la gente a los coches con motor de combustión tampoco mejoraría mucho el estilo sedentario urbano porque no mejoraría nuestra falta de actividad física.
Otros problemas están relacionados con la densidad de tráfico. En Australia, se estima que los atascos crean un gasto social innecesario de 16.500 millones de dólares australianos y se espera que la cifra aumente en un 2% anual hasta el 2030. Si tenemos en cuenta las tendencias en el aumento de la población y en la urbanización a nivel mundial y en Australia, los coches eléctricos, a pesar de las obvias ventajas que tienen sobre los combustibles fósiles, no solucionarán los problemas relacionados con la movilidad y con las infraestructuras urbanas.
Las nuevas tecnologías o las nuevas normativas podrían solucionar estos quebraderos de cabeza técnicos y medioambientales. Las mejoras en el reciclaje y en innovación, así como una producción de baterías más verde podrían ser la clave para reducir los impactos de la fabricación de baterías. Los sistemas de certificación, como el propuesto en Suecia, podrían ayudar a que el impacto sea menor en las cadenas de producción de las baterías y evitar el uso de minerales conflictivos y violaciones de derechos humanos en la industria.
Sin embargo, aunque nuestras preocupaciones sobre el cambio climático ya son de por sí una garantía suficiente para acelerar la transición a la movilidad eléctrica, puede que solamente se trate de una tecnología de transición. Los coches eléctricos harán poco para mejorar la movilidad y la habitabilidad de las ciudades durante los próximos años. Algunos fabricantes tradicionales como Porsche ya están trabajando en nuevos modos de transporte, especialmente para mercados tan saturados y en crecimiento como el de China.
Sin embargo, su idea se sigue basando en utilizar vehículos personales en los que los coches eléctricos utilizarían un sistema de tráfico inteligente para evitar los atascos en las carreteras. En vez de tener menos coches, algo recomendado por los expertos en transporte, las fabricantes de coches siguen promoviendo el transporte individual en vez de buscar una versión más verde.
Con el aumento de la población se hace necesario un cambio en el modelo del transporte basado en un cambio en el diseño urbano para resolver los problemas del transporte.
En Copenhague, por ejemplo, ya hay más bicis que coches en el centro de la ciudad y se espera que llegue a no haber ningún coche en los próximos diez años. Muchas otras ciudades, como Oslo en Noruega y Chengdu en China, también van de camino a convertirse en ciudades sin coches.
Los expertos ya están contemplando nuevos diseños para las ciudades que se basan en la combinación de un transporte público eficiente, como el de la ciudad de Curitiba, en Brasil con la prioridad para los peatones, como en la ciudad de Vauben, en Alemania. Se trata de un modelo que combina un desarrollo del transporte mixto, como se puede ver en lugares como Fruitvale Villa, en California.
Pero estas innovaciones no solucionan solamente los problemas medioambientales relacionados con el transporte, sino que también mejoran la calidad de vida recuperando los espacios verdes en la ciudad. El coste de vida es menor porque se reduce el tiempo y el coste de los desplazamientos y proporcionan beneficios para la salud gracias a la reducción de la contaminación y a la promoción de un estilo de vida más saludable. También mejoran la cohesión social fomentando la interacción de las personas en la calle y ayudan a reducir la delincuencia. Tampoco hay que olvidar que la economía mejoraría porque se reduciría la pérdida de productividad por culpa de los atascos.
Los coches eléctricos son una solución tecnológica de rápida implementación que contribuye a resolver los problemas del cambio climático y mejora la calidad del aire urbano, por lo menos hasta cierto punto. Sin embargo, el objetivo final de la sostenibilidad es eliminar muchas de las necesidades de transporte diarias actuales a través de diseños inteligentes recuperando aquellas partes de nuestras vidas que hemos perdido por culpa de décadas de dependencia a los coches.
Autor:
Martin Brueckner, profesor titular de Sostenibilidad, Universidad de Murdoch
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
Traducido por Silvestre Urbón
Foto | iStock
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