Desde hace varios meses los furtivos que pescan en las costas asturianas tienen un factor más del que preocuparse: los drones que los vigilan desde el aire. Precisamente con el objetivo de conocer de cerca este nuevo modus operandi, salgo de la cama un viernes a las 5 de la mañana en dirección al cabo Peñas, el punto más septentrional de la provincia de Asturias. Los agentes de vigilancia pesquera me han citado a estas horas intempestivas para mostrarme lo útil que pueden llegar a ser los drones si nos encontramos con una práctica ilegal en las aguas.
El entorno del cabo Peñas está considerado paisaje protegido y junto al faro que lo acompaña protagoniza una postal de verano digna de las feeds más seguidas de Instagram. Sin embargo, cuando llegas antes de las seis de la mañana, el panorama recuerda más a cualquier película de suspense dirigida por Juan Antonio Bayona que al periodo estival. La neblina muy baja, la luz intermitente del faro y la humedad del ambiente son los fríos compañeros de hoy.
Los agentes de vigilancia pesquera me esperan junto al piloto de la empresa que presta el servicio de drones a la Dirección de Pesca de Asturias. Llego un poco tarde y además parece que no voy bien preparada: ellos llevan gorro y chubasquero para hacer frente a los 15 grados que hay y yo me creo invencible con sudadera y pantalones vaqueros. Esta extraña puesta en escena se completa con el dron DJI Matrice 210, un par de catalejos y mis ansias por conocer cómo estos aparatos se han integrado en la vida laboral de estos hombres.
Según la Consejería de Pesca asturiana, en 2017 se encontraron en las aguas 1.754 casos de pesca furtiva y marisqueo profesional. Y aunque esta segunda está regulada por la legislación autonómica, la captura del percebe es ilegal. Sin embargo, desde hace unos años esta práctica está en auge y es cada vez más reincidente. ¿Problema? No solo compromete la sostenibilidad del entorno sino que supone una merma económica importante para los profesionales del sector.
El reclamo del percebe viene motivado por el elevado precio que presenta en pescadería. Para hacernos una idea, la lonja del puerto de Avilés (Asturias) subastó 8.832 kilos a un precio de 19 euros el kilo, en 2018. Esto trae como resultado que el precio final al consumidor sea ligeramente superior al doble: los mercados asturianos venden percebes entre 50 y 68 euros el kilo. Y, claro, en mitad de este contexto es donde los furtivos encuentran negocio.
Si en el mercado legal la escasa oferta incrementa el precio, los furtivos han encontrado un nicho de mercado en la hostelería. Son los restaurantes y sidrerías asturianas los que más alas dan a esta práctica al comprar los percebes baratos que les venden los furtivos. Y es que, en 2017, se incautaron más de 50.000 kilos de percebe que alcanzaron un valor total de 1,3 millones de euros, lo que se traduce en 26 euros el kilo, según las declaraciones que dio la consejera de Desarrollo Rural y Pesca a La Voz de Asturias.
La tecnología de los drones ha llegado a los operativos de vigilancia pesquera con una tarea clara: facilitar el trabajo de los equipos. Goyo y Pablo son dos de estos agentes que, catalejo y prismáticos en mano, se dedican a controlar diariamente la pesca profesional, la deportiva o la furtiva. Aproximadamente una vez al mes, un dron les acompaña durante media jornada para tratar de parametrizar las prácticas no reguladas (si es que las hubiese).
Cada día, peinan la costa de Gijón hasta Avilés con el objetivo de mantener el orden y la legalidad en las aguas asturianas. Y es precisamente en mitad de este operativo tan rutinario donde el DJI Matrice 210 entra en juego al incorporarse eventualmente a los equipos de vigilancia de Llanes, Luarca y Gijón. Cabe matizar que no son los agentes de vigilancia quienes dirigen el dron, sino que están acompañados por un piloto de la empresa Aerón, que actúa como interlocutor entre la tecnología más puntera y el conocimiento de las costas de Asturias.
?Los drones son una ayuda más, pero el factor humano es imprescindible?, nos dicen. De hecho, el piloto se limita a ejecutar las directrices de los agentes e informar sobre las limitaciones y posibilidades del dispositivo. Y es que, sin la experiencia de personas como Goyo y Pablo, la presencia del dron sería completamente inútil: ellos son quienes saben a qué hora es más conveniente volar y, por experiencia, qué embarcaciones merece la pena detenerse a observar.
Por ello, son los propios agentes quienes junto al jefe de sección deciden dónde y cuándo se vuelan los drones. ?Dependiendo de lo que queramos ver, lo ideal es venir con unas condiciones u otras. Por ejemplo, para intentar dar con pescadores furtivos de percebe lo mejor es venir al amanecer y si hay bajamar, mejor?, explica Goyo.
El operativo comienza con el montaje del dron. El DJI Matrice 210 llega en unas maletas de medio metro y su montaje es bastante rápido. Se incorporan las patas y las hélices al cuerpo para posteriormente colocar las baterías y enlazar el dron al dispositivo de control. Por último, y antes de comenzar el vuelo, se gira el dron varias veces para asegurarse de que la brújula está bien calibrada.
La primera directriz llega de la mano de Pablo, que ha visto a través del catalejo una pequeña embarcación deportiva que quiere revisar. Mario, el piloto, eleva el dron y poco a poco se acerca hacia la zona donde se encuentra la lancha para posicionarse justamente sobre ella y hacer zoom. ¿Objetivo? Comprobar si han empezado a pescar, ya que pueden estar fuera de horario.
Los pescadores deportivos pueden pescar hasta 5 kilos por día (según la Ley del Principado de Asturias de Pesca Marítima en Aguas Interiores y Aprovechamiento de Recursos Marinos), pero siempre y cuando lo hagan entre el amanecer y la puesta de sol. Fuera de ese periodo de tiempo tienen prohibido pescar.
Durante casi media hora, el dron sobrevuela los alrededores del cabo Peñas siempre que la batería y las condiciones meteorológicas estén de su lado. Uno de los imprevistos más frecuentes suele estar relacionado con el viento, algo que Mario corrobora al equipo de Xataka; ?hace un par de días creí que no podía traer de vuelta el dron debido a las rachas que se levantaron de repente?. A pesar de que este modelo es uno de los más estables de su categoría, las fuertes rachas que soplan al borde de los acantilados, a veces, ponen a prueba a la tecnología más puntera.
Y es que los días en los que el equipo tiene acceso al dron éste trata de exprimirse al máximo. A partir de las siete de la mañana los alrededores del cabo Peñas están bastante concurridos y la experiencia de los agentes hace que tan solo con ver a una embarcación a lo lejos ya sepan a quien pertenece. "Acércate a aquel barco amarillo, por favor", le pide Pablo a Mario y, aunque sospecha de quién se trata, prefiere corroborar que la práctica es la correcta. Efectivamente, no hay fallo: se trata de un embarcación profesional que ha salido a pescar calamar y, por el momento, cumple en horario y cupo.
Las sesiones de vigilancia con drones tienen una duración de entre cuatro y cinco horas, un periodo de tiempo que viene determinado por el número de baterías que lleve el piloto consigo. En este caso y para peinar la zona del Cabo Peñas y la costa de Luanco, Mario trae seis baterías grandes de 7660 mA cada una y cuatro pequeñas de 4280 mA.
Oficialmente la batería de este modelo puede mantener el dron en el aire durante 38 minutos, pero desde Aerón prefieren ser precavidos y no arriesgarse, algo que es normal teniendo en cuenta que este modelo de DJI se sitúa alrededor de los 4000 euros. ?Hacemos vuelos de 28 minutos y traemos el dron de vuelta cuando la batería está al 40%. De esta forma, estamos cubiertos ante cualquier tipo de imprevisto?, explica Mario.
De hecho, durante el primer vuelo de la mañana hubo un momento en el que el dron perdió la señal, pero afortunadamente este modelo está preparado para volver al punto de despegue por sí solo. Es decir, a pesar de no poder hacer nada desde el dispositivo de control, el dron regresa y se queda a una altura mínima de seguridad antes de aterrizar donde está el resto del equipo.
Aunque la pesca furtiva siempre ha existido, en los últimos años parece haber repuntado y agudizado su picaresca: mientras años atrás actuaban de forma más arbitraria, ahora también es frecuente ver furtivos por las noches.
Y es precisamente a raíz del perfeccionamiento de este tipo de técnicas cuando la Dirección General de Pesca decide modernizar sus operativos de vigilancia y actuación. Sin embargo, aunque la presencia de los drones les permite ser más rápidos y menos intrusivos con el infractor, a ojos de los agentes, faltan por perfeccionar muchos aspectos: "Lo ideal sería poder volar antes del amanecer, que es cuando trabajan los profesionales del furtivismo, pero para eso necesitaríamos un dron con cámara térmica y que la normativa estuviese de nuestro lado en ese aspecto", explica Goyo.
Aun así, el trabajo con drones les da un margen de actuación que no tenían. Antes, si veían a un furtivo desde el catalejo y querían registrar la embarcación, tenían que acudir en lancha hasta el punto en el que estuviese. ¿Problema? El factor sorpresa desaparecía. Si ellos ven una acción ilegal desde el catalejo y quieren incautar la embarcación lo primero que necesitan son pruebas. Y claro, hasta ahora, la única vía para conseguirlas era yendo en lancha a la embarcación
Sin embargo, el ruido de la lancha hace que los furtivos se percaten de la presencia de los agentes y devuelvan al mar la mercancía capturada. El margen de tiempo que tienen desde que ven la lancha hasta que llegan los agentes es más que suficiente para poder hacer desaparecer las pruebas y librarse de cualquier multa.
Ahora con los drones esto ya no sucede: cualquier tipo de infracción vista desde el catalejo es comprobada y registrada previamente por la cámara. El sigilo del que carecen cuando tienen que acudir en lancha lo ganan cuando salen con los drones: basta un vídeo o un par de fotos de la mercancía y la matrícula para comenzar a seguir a ese infractor y enviar los datos a la Guardia Civil.
Para hacernos una idea, una de las últimas incautaciones de percebes, donde se consiguieron comisar 18 kilos, duró más de seis horas e implicó a un equipo de la Guardia Civil y a varios agentes de vigilancia del occidente asturiano. En casos como éste, de haber contado con un dron en propiedad probablemente el procedimiento hubiese sido mucho más ágil.
El DJI Matrice 210 es el modelo que la empresa Aeron utiliza para dar servicio a la Dirección General de Pesca de Asturias. El Matrice 210 ha sido diseñado para realizar aplicaciones de grandes dimensiones y tales como: inspecciones de puentes, labores de rescate, lucha contra incendios, agricultura de precisión, vigilancia en costa o inspecciones de aerogeneradores.
Su escasos 4 kilos de peso junto a los tres estabilizadores que posee hacen de él una opción ideal para trabajos como el que hacen en la vigilancia pesquera. Además de ofrecer un vuelo estable en condiciones normales, su modo de vuelo inteligente complementa muy bien el trabajo del piloto.
Los sensores frontales, inferiores y superiores de este sistema detectan y evitan obstáculos que permiten realizar un vuelo estacionario preciso sin ningún tipo de problema. Además, es capaz de enfocar cualquier objeto en movimiento mientras el vuelo continúa su curso. De tal forma que si los vigilantes de pesca ven a un furtivo y necesitan tomar una foto bien definida de la matrícula mientras siguen acercándose a la embarcación, pueden.
Unos motores de alto rendimiento, unidos a unas hélices de 17 pulgadas, aseguran un vuelo estable en vientos de velocidades de hasta 35 km/h. El nuevo sistema de batería dual calienta las baterías automáticamente en vuelos a temperaturas bajo cero, al tiempo que un diseño bien aislado asegura su resistencia al agua y al clima, para que puedas volar en todo tipo de entornos.
Si a ello le sumamos una autonomía de casi 40 minutos, una distancia de funcionamiento de hasta 7 km y 120m de altura desde el punto de despegue y una resolución 4K gracias a la cámara Zenmuse Z30, este modelo se posiciona como una opción competitiva y, sobre todo, como la solución a las opciones de vigilancia tradicionales.
Según nos comentan los agentes, los drones han ayudado a perfeccionar los operativos de vigilancia desde varios puntos de vista. No solo se conoce mejor el comportamiento de la pesca ilegal, sino que la facilidad para tomar pruebas de las infracciones ha mejorado casi un 100%.
Sin embargo, tanto Pablo como Goyo coinciden en que el principal problema es que este tipo de operativos no forman parte de su día a día. La práctica habitual es que ellos trabajen con el catalejo como han hecho siempre y que, con suerte, un par de días al mes puedan pasar parte de la jornada con el piloto y el dron. Esto hace que los avances en este aspecto vayan muy poco a poco. "No siempre que tenemos el dron vemos a un pescador furtivo y podemos tomar pruebas", comenta Pablo.
Y esta es una de las lagunas más evidentes del proceso actual. Aunque los agentes también demandan poder volar por la noche, lo que más les urge es incorporar esta tecnología en su rutina diaria para no depender tanto del azar y así aumentar las posibilidades de interceptar a los infractores:
"Estaría muy bien que los agentes de vigilancia pudiésemos volar los drones y que la Dirección General de Pesca tuviese uno o dos en propiedad. De esta forma no tendríamos que depender de empresas externas ni sería necesario que nos tuviésemos que organizar con ellos para poder volar, lo haríamos cuando fuese necesario", opina Pablo.
Si el objetivo de la Dirección de Pesca asturiana es conocer mejor el comportamiento de la pesca ilegal para posteriormente reducirla, no hay duda de que el DJI Matrice 210 es el tercer agente que puede ayudarles a perfeccionar las labores de vigilancia. Si en condiciones normales cuatro ojos ven mejor que dos, en este caso además, el dron graba, enfoca y hace zoom a todas aquellas imágenes que los agentes ven desde el catalejo con la vista entornada.
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