Ser una empresa (un poco) Open Source está de moda. Hemos pasado de que empresas como Microsoft consideren a Linux como un cáncer ?Ballmer dixit? a que conviertan a Linux y al Open Source en parte integral de su estrategia, servicios y sistemas operativos.
Google, Facebook, Amazon y otras muchas siguen esos pasos y son (un poco) Open Source. Publican proyectos con licencias abiertas que permiten a usuarios y desarrolladores aprovecharlos. Puede que sea la era dorada del Open Source, pero en esta era dorada hay algo de postureo.
Estamos ante un verdadero momento dulce para el Open Source, al menos en lo que se refiere a la participación de unas empresas cuya mentalidad parece haber cambiado. Antes el código era propietario e intocable: era la joya de la corona, y compartirlo con terceras partes era una locura.
Esa filosofía se ha relajado de forma notable, y como indican en InfoWorld cada vez más empresas comparten proyectos software que antes eran cerrados y propietarios. La publicación de código en repositorios como GitHub es el pan nuestro de cada día, y las empresas lo hacen con diversos motivos, y entre ellos, cómo no, el de atraer talento y a desarrolladores que quieran contribuir a hacer crecer esos proyectos.
En los últimos tiempos lo hemos visto con gigantes como Google, que por ejemplo creó Kubernetes con esa filosofía Open Source desde el primer momento. El código de esta plataforma para la orquestación de contenedores está disponible en GitHub, y su alcance ha sido tan enorme que hasta rivales como Amazono o Microsoft aprovechan esta plataforma.
Lo mismo ha ocurrido con TensorFlow, una plataforma para desarrollos en el ámbito de la inteligencia artificial que se ha convertido en un referente gracias en parte a esa filosofía abierta y que da acceso a los recursos de Google de forma sencilla, gratuita y libre.
Los ejemplos son similares en otras muchas empresas. Microsoft abrió .NET hace años, y ahora se cumple un año de la adquisición de GitHub, el mayor repositorio de código de todo el mundo. Los temores de aquella operación parecen haberse difuminado, y la gestión de esta plataforma está siendo de momento aparentemente impecable. Más recientemetne han abierto el código de Azure Funcions, que potencia su plataforma en la nube, y que vuelve a demostrar ese aparente amor de Microsoft por todo lo que huela a Open Source y permita a la empresa de Redmond atraer a más y más desarrolladores.
Amazon ha hecho también lo propio con Firecracker, una tecnología de virtualización que es no obstante una mota de polvo teniendo en cuenta que esta empresa lleva décadas aprovechándose del Open Source sin dar demasiado a cambio. Mientras tanto, Alibaba se ha apuntado a la tendencia de los chips RISC-V y ha liberado su primer diseño en este sentido orientado a reds 5G y al ámbito de la inteligencia artificial. Facebook tiene su Open Compute Project y por supuesto PyTorch ?competidor directo de TensorFlow? además de sacar pecho con otros proyectos que han abierto en su portal Open Source.
Netflix publicó bajo licencias Open Source sus herramientas de Chaos Engineering ?como Chaos Monkey? para proteger a todo tipo de proyectos web de caídas masivas, y tenemos otro ejemplo con Airbnb y Air Flow, su entorno de gestión de datos. Hasta Apple, habitualmente celosa en este ámbito, aprovechó esta filosofía al abrir su lenguaje de programación Swift. Google, por cierto, hizo lo propio con Go, mientras que Mozilla, defensora absoluta del software Open Source, también lanzó Rust con esa misma filosofía.
La situación actual es ciertamente contradictoria en un ejemplo fundamental: el del núcleo o kernel del sistema operativo Linux, que lleva décadas siendo desarrollado por miles de programadores, pero que poco a poco ha ido dependiendo más y más de las grandes empresas.
La razón es simple: esas empresas han ido contratando a estos desarrolladores y apoyando esa labor porque favorecía sus propios intereses. La Fundación Linux publicaba un informe anual sobre el estado del kernel Linux y en él hablaba de las empresas que más contribuían. El último informe es de 2017, y en él aparecía Intel con el 13,1% de código modificado en las últimas versiones de la época (de la 4.8 a la 4.13), con Red Hat, Linaro, IBM (que cerró la compra de la citada Red Hat hace poco), SUSE, Google, AMD, Oracle, Huawei, Broadcom, ARM o Facebook entre las que también participaban en el desarrollo de este componente clave.
Aquí hay que tener claro que muchas de esas contribuciones son en interés propio. Microsoft, por ejemplo, trabaja de forma notable en hyperv, el componente fundamental que hace que Linux corra de forma adecuada en Azure, y otras empresas también dedican muchos recursos a mejorar áreas del kernel Linux que permiten que sus propias plataformas trabajen mejor: no son contribuciones desinteresadas, desde luego.
Otros estudios muestran a las claras como los gigantes tecnológicos tienen mucho que decir en el software Open Source. En octubre de 2017 un desarrollador de Google llamado Felipe Hoffa analizó los "eventos push" en GitHub que implican esa participación en proyectos publicados en esta plataforma, y ahí Microsoft era la más destacada junto a Google. Otras como Amazon, Red Hat, IBM, Intel o Facebook también participaban de forma muy activa en diversos proyectos publicados en esa plataforma.
Esa situación contrasta con otra de las realidades del mundo Open Source: los proyectos invitan a todo tipo de desarrolladores a participar en esos desarrollos, pero en muchos casos esos proyectos son "defendidos" por quienes los crearon y poco más. Afortunadamente hay plataformas que tratan de animar a contribuir a estos proyectos de forma sencilla como First Timers Only o CodeTriage.
Hay excepciones fantásticas, por supuesto. GIMP y su interminable lista de desarrolladores es una de ellas, y afortunadamente ocurre lo mismo con otros proyectos espectaculares del Open Source como Blender -otra lista enorme- , VLC -mucha ayuda también- o la también interminable lista de desarrolladores que aportan en diversos proyectos de Mozilla.
Una curiosidad aquí: el proyecto Open Source más famoso de todos, el núcleo Linux, fue iniciado por Linus Torvalds en 1991, pero su creador admitió en una charla en TED que no abrió el código con la intención de que se unieran a él muchos desarrolladores. "No inicié Linux como un proyecto colaborativo, lo inicié para mí solo. Necesitaba el resultado final, pero también disfrutaba programando. Lo puse a disposición de todo el público, pero no tenía intención de usar la metodología Open Source, solo quería que hubiera comentarios sobre mi trabajo".
Lo único que quería Linus eran los comentarios, no el código. La cosa, por supuesto (por fortuna) se desmandó.
Lo cierto es que todos esos buenos ejemplos contrastan con el hecho de que muchas de esas empresas utilizan de forma notable el Open Source para sus propios negocios.
Amazon es un caso claro de ese uso masivo de todo tipo de proyectos Open Source, pero lo mismo ocurre con esas protagonistas de las que hemos hablado, que en mayor o menor medida aprovechan las virtudes del software abierto para su propio beneficio y sin necesidad de devolver nada a la comunidad.
Apple, por ejemplo, tienen sistemas operativos como macOS o como iOS que son propietarios, pero ambos se derivan en cierta medida de los sistemas operativos BSD y aunque dicen apostar fuerte por el Open Source, cuentan con licencias software tan restrictivas como las que más. Es casi irónico que muchos desarrolladores Open Source realicen su trabajo en máquinas de Apple, aunque la fama de estas máquinas está decayendo también entre los miembros de esta comunidad.
Google, que sacaba pecho al hablar de Android como plataforma Open Source, no se ha esforzado nunca demasiado en aclarar que Android tiene poco de abierto, y que solo su base, AOSP -cada vez más separada de los servicios y aplicaciones de Android- es verdaderamente Open Source.
Para todas estas empresas -y muchas más- hablar de esa filosofía abierta que tienen como pilar fundamental de su estrategia es lo normal. El uso de la palabra "Open" es habitual entre los materiales de marketing de muchas empresas, pero rascar un poco en esa superficie suele hacer que la realidad no sea tan "abierta" como esas empresas querrían.
Como apuntaban en NetworkWorld, esa ambición por sacar pecho se deja notar en decenas de conferencias que se agolpan en todos los ámbitos de la tecnología y que a menudo usan el término "Open" como parte de su nombre.
En muchas de ellas tenemos como patrocinadores a los grandes de la industria, que apoyan económicamente estos eventos y estos proyectos porque son interesantes a nivel estratégico y porque, admitámoslo, participar en estos eventos y estos proyectos hace que la imagen pública de cualquier empresa gane enteros. Aunque de puertas afuera hablan de soluciones abiertas, estándares abiertos o APIs abiertas, a menudo esas soluciones se aprovechan para tratar de crear ecosistemas sobre los que el control último (y los ingresos) son para esas empresas. Google y Android son un buen ejemplo de esa estrategia.
Hay quienes piensan que el Open Source es simplemente una herramienta más para estas empresas que lo apoyan de forma aparentemente desinteresada. En Slashdot, por ejemplo, un comentario era revelador: "todas estas gigacorporaciones construyen sus jardines amurallados con esa base de software libre, pero obviamente se quedan con los pedazos importantes para ellas solas e incluso inventan nuevos frilletes para sus usuarios-víctimas. Así que yo diría que probablemente estamos en la era dorada de jaulas construidas con software libre ;-)".
Y sin embargo, que más y más proyectos sean Open Source y más y más empresas hagan uso de esta filosofía a nivel estratégico es (creemos) una buena noticia. No estamos seguros de que estamos viviendo la era dorada de este tipo de software, pero con sus luces y sus sombras lo cierto es que es un momento notable para el código abierto.
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